#8 - Mujeres y Síndrome del Impostor: Navegando un mar de expectativas
Este no es un texto solo para mujeres, ¡todos podemos hacer algo desde nuestro lugar para que las cosas cambien! :)
¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Hace tiempo que no ando por aquí!
Mi 2023 fue un año intenso (aquí te comparto un resumen) y necesitaba reconectar conmigo para poder volver a escribir…
Pero se acerca Marzo, el Mes de la Mujer, y mucho se habla de EL SÍNDROME DEL IMPOSTOR, o directamente, del Síndrome de la Impostora.
Aún cuando también afecta a los varones, en el día a día, este fenómeno se ve como más limitante y presente a lo largo del tiempo en las mujeres, pero… ¿Es un tema del cual solo nos tenemos que ocupar nosotras?
El impacto que el fenómeno del impostor tiene en las mujeres está estrechamente relacionado con cuestiones culturales, por lo que quiero compartirte 5 de estos aspectos que forman parte de la investigación de mi libro “Cómo transformar el Síndrome del Impostor en tu aliado” y que inciden en que las mujeres creamos que no somos suficientes, que no estamos a la altura o que estamos donde estamos por error y no porque lo merecemos.
Conocer acerca de esto nos permite ampliar la conciencia y revisar el impacto de nuestras acciones -en el día a día- en nuestros distintos roles (padres, líderes, educadores, compañeros de trabajo, etc.) en síntesis, como parte activa de una sociedad en plena evolución.
1. Las expectativas sociales y los roles de género
Socialmente, se espera de nosotras que estemos al servicio de los otros, que nos responsabilicemos del cuidado de mayores y de menores en la familia, que realicemos las tareas domésticas, etc. etc. etc. Y no queda solo en una expectativa: aún hoy, cuando las mujeres trabajamos fuera del hogar, destinamos más tiempo a las tareas del hogar que los varones, y tenemos menos tiempo libre, por eso es que se habla de una doble jornada de trabajo.
¿A cuántas mujeres le han preguntado algo respecto de sus hijos -o planes al respecto- al momento de decidir un viaje, una expatriación o un ascenso? ¿Y a cuántos varones?
Es que aún abundan los comentarios y las preguntas que recuerdan y juzgan que, sin importar los compromisos profesionales o académicos que estemos asumiendo, nunca debería dejar de estar presente nuestra relación con los cuidados y con el hogar. Claro que eso influye en que no solo sintamos culpa (por el no poder dedicarle el tiempo que se supone que “deberíamos” dedicarle a su familia, o incluso por no haber conformado una), sino que también sintamos que nunca estamos a la altura. ¡Porque, sencillamente, no siempre podemos con todo!
2. El ideal de ser una “señorita”: la perfección y la modestia
Muchas recordamos nuestra infancia con mensajes en los que comportarse como “una señorita” implicaba tener todo ordenado perfectamente (¡las expectativas de perfección siempre presentes para nosotras!) y una “apariencia” impoluta, mientras que los varones podían no hacerlo así “porque son varones”. La creencia de que deberíamos mostrarnos perfectas y hacerlo todo de esa forma es una de las más asociadas al Síndrome del Impostor, así que ya podemos imaginar cómo nos impacta esto internamente, y como puede ser juzgado cuando no cumplimos ciertos estándares.
Seguro también tenemos presentes la valoración del ser “modestas”, es decir, no alardear de nuestra inteligencia, ni andar contando a los cuatro vientos lo genial que hicimos algo, nada de alzar la voz, ni de resaltar, solo acompañar, en voz baja.
La modestia nos entrenó a las mujeres en no poder apropiarnos (ni siquiera reconocer) nuestras habilidades y logros, como si estuviera mal hacerlo.
¿Cuántas veces hoy no nos animamos a contar lo que hemos conseguido?
¿Cuántas veces no nos ofrecemos para realizar un trabajo, aun cuando estemos más que calificadas, por creer que no deberíamos estar promocionándonos?
Pero también ese ideal de modestia como virtud femenina, hace que, socialmente, cuando levantamos la voz o nos hacemos cargo de todo lo que logramos, seamos juzgadas como “poco femeninas”, orgullosas, altaneras, etc. etc. etc. (con una connotación negativa).
3. La falta de modelos de rol
Aun cuando las mujeres representamos aproximadamente a la mitad de la humanidad, esto no se ve reflejado en distintos espacios de trabajo, y mucho menos en espacios de decisión. La escasez, o directamente la falta de mujeres en determinados ámbitos (política, ciencia, tecnología, agroindustria, energía, sindicatos, altos cargos en compañías en general, etc.), además de la poca presencia en los relatos de la historia que leemos (aun con grandes aportes, muchas han sido ignoradas) hace que escaseen modelos de rol visibles, ya sea porque no se muestran o porque, efectivamente, no hay. Esto, sumado a cómo se supone que somos y a qué deberíamos hacer (roles y estereotipos de género), lleva a que niñas y mujeres no vislumbremos esos espacios como una posibilidad (ni siquiera como aspiracionales) y a considerar que no tenemos las habilidades suficientes para estar allí.
No llama la atención, entonces, que cuando las mujeres llegamos a determinados ámbitos a los que históricamente no teníamos acceso (¡y aún es difícil!), sintamos que no es nuestro lugar, que no tenemos derecho a estar allí o que nos queda grande, sin importar cuánto hayamos hecho para lograrlo. Y claro que el entorno, en muchos casos, también puede hacer sentir, de distintas formas, que ese no es nuestro lugar o que no es lo habitual que estemos allí.
4. La capacidad intelectual
“¿Cómo es que llegó ahí?” es una pregunta que gran parte de las mujeres hemos escuchado alguna vez (¡incluso de parte de otras mujeres!), aludiendo a que seguramente no lo hicimos por nuestra capacidad, sino por nuestra belleza, la forma en que nos vestimos, algún vínculo o incluso el azar. Esa sospecha casi nunca recae de la misma forma sobre los varones, y eso no ha hecho más que alimentar la propia duda.
Esta idea de que las “mujeres son demasiado emocionales y no pueden ser lógicas” y que el dominio de la razón pertenece a los varones ha estado presente a lo largo de la historia. Y si, es muy probable que estés leyendo esto y pensando que estos estereotipos son cosas del pasado… ¡malas noticias!
Estas generalizaciones, aún hoy, calan hondo, no solo en la percepción que la sociedad puede tener de nosotras (y cómo nos evalúa), sino también en nosotras mismas y en cómo lo hacemos desde muy temprana edad. Condicionan incluso elecciones profesionales a futuro por no creer que somos lo suficientemente capaces de tomarlas. De hecho, en 2017, la revista Science publicó un estudio mediante el cual se observó que, a partir de los 6 años, las niñas dejan de asociar la inteligencia y la brillantez con su género, mientras que con los niños no sucede lo mismo. Me pregunto entonces ¿Qué mensajes les/nos estaremos dando cómo sociedad?
5. La doble vara
Aún cuando nos cueste aceptarlo, los comportamientos, competencia y éxitos de las personas suelen medirse en forma diferente según su género, sin que ello sea por mala intención (¡es que operan sesgos de los cuáles no somos conscientes!).
Si leemos cuidadosamente los aspectos anteriores, encontraremos ya algunos ejemplos de la doble vara, y podemos explorar algunos más que influyen en nuestra sensación de no estar a la altura, sobre todo en el desarrollo profesional.
-Si una mujer ocupa un espacio en el que siempre hubo varones (ej.: “la primera CEO mujer”, primera mujer en un directorio), todas las miradas se vuelcan a ella. ¡No importa cuántos varones hayan pasado por ese puesto antes y no hayan tenido una buena gestión! Si esa “primera mujer” en el rol, toma decisiones erróneas, probablemente se diga que “no era para una mujer”.
-La evaluación de las respuestas que demos sobre nuestra familia (o la proyección de) también genera una diferencia en cómo nos juzga nuestro entorno: algunos estudios demostraron que tener hijos (sobre todo pequeños) suele hacer que los hombres sean percibidos como más responsables, mientras que las mujeres somos vistas como menos comprometidas con el trabajo.
-El liderazgo siempre ha sido asociado a los varones, e, inconscientemente, aún se mide en estos términos. Mientras una mujer es tildada de “ambiciosa” al negociar y se la mira con desconfianza, al varón se lo ve como un gran negociador. Mientras que una mujer que eleva la voz puede ser (negativamente) “demasiado emocional” o “estar en esos días”, un hombre puede ser calificado positivamente de “implacable” o que sabe poner las cosas en su lugar. Esta percepción hace que, sin importar lo que se haga, difícilmente se tenga la sensación de hacer lo correcto y de ser la persona adecuada para ese lugar.
Estos no son los únicos factores por los cuáles creo importante revisar la idea de que el Síndrome del Impostor es un tema que solo las mujeres tenemos que “arreglar” desde lo individual ¡pero con esto ya podemos abrir la conversación!
Y sumo una frase de Ruchika Tulshyan y Jodi-Ann Burey que representa muy bien esta idea: ”La respuesta para superar el síndrome del impostor no es arreglar a los individuos sino crear un entorno que fomente una variedad de estilos de liderazgo y en el que las diversas identidades raciales, étnicas y de género sean vistas tan profesionales como el modelo actual, que es generalmente eurocéntrico, masculino y heteronormativo”.
Si bien hay un gran recorrido por realizar en revisar nuestras creencias, expectativas y otros factores que nos hacen sentir que no estamos a la altura (en eso se basa mi libro: “Cómo transformar el Síndrome del Impostor en tu aliado”), también, y fundamentalmente, hay mucho por hacer desde lo colectivo (familia, equipos de trabajos, espacios educativos, etc.). En un mundo en el que todas las personas tenemos derecho a desarrollarnos plenamente, necesitamos estar cada día más abiertos a la diversidad de miradas y fomentar espacios de crecimiento para todos.
Para comenzar la reflexión , te comparto algunas preguntas:
¿Cómo impactan o pueden haber impactado estos aspectos en mi vida?
¿Qué puedo observar en mi entorno?
¿Qué de lo que yo digo, hago, o dejo de hacer (sin importar mi género) puede estar contribuyendo a construir estos espacios que ayuden a sostener o fomenten el Síndrome del Impostor en las mujeres?
¿Qué puedo hacer diferente desde mi lugar?
Me encantaría que puedas compartir sus experiencias personales así como estrategias que observes en sus organizaciones, ámbitos de estudio, etc., (ya sea aquí debajo o por mail 😍) y que encontremos junt@s nuevos y más saludables formas de transitar el camino que tenemos por delante.
Beso
Ale
Si te interesa llevar la conversación a tu organización o a alguna que conozcas, aquí podés conocer más sobre mis charlas, workshops y programas de entrenamiento sobre el Sïndrome del Impostor, o podés escribirme directamente a info@alemarcote.com
Si querés saber más sobre este tema, podés profundizar en mi libro Cómo transformar el Síndrome del Impostor en tu aliado (¡que ya va por su 3ra edición!) o bien en mi masterclass online.
Si preferís escuchar podcasts o ver videos sobre el tema, te comparto mi lista de Spotify y de mi playlist de Youtube.
Si querés conocer más sobre mi trabajo, todo está aquí